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NO ESTÁ EN CADA UNO: Una reflexión sobre la epidemia de la depresión

En un contexto en el que la epidemia de la depresión se agrava y el consumo de antidepresivos deja de ser una excepción para convertirse progresivamente en la norma, ¿es posible pensar que la fuente del problema no está en cada uno de los individuos por separado? 


Ensayo - Por Marina Götz* 
25 de Julio de 2024 

“No hay tal cosa como la sociedad. Hay hombres y mujeres y hay familias”. Margaret Thatcher, 1987 

Dos torres desaparecen del horizonte de Manhattan. De mano en mano, comienza a circular el dólar. Se confirma que hay agua en Marte. El Iphone entra en escena. Estalla la burbuja inmobiliaria. “Estamos bien en el refugio los 33”. Habemus papam latinoamericano. Las mujeres gritan “Yo También”. Notre Dame está envuelta en llamas. Gran Bretaña dice adiós a la Unión Europea. Un virus encierra al mundo entero. Argentina se consagra como campeón del mundo. La franja de Gaza divide al globo.

En los últimos 20 años, el mundo se dio vuelta una y otra vez. Sin embargo, una grave problemática logró mantenerse transversal, persistiendo y acrecentándose, aún en un contexto de cambio incesante: la epidemia de la depresión.   

Desde hace varios años que el padecimiento de trastornos depresivos está en ascenso, llegando a afectar a más de 280 millones de personas, al día de hoy (OMS, 2023). La profundización de este fenómeno trajo aparejado el incremento del consumo de antidepresivos. Según un estudio realizado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), desde el año 2010, se viene produciendo un aumento sostenido del uso de este tipo de psicofármacos, en todos los países relevados.   

En el extendido consumo de antidepresivos estriba una particularidad poco conocida en ámbitos no medicinales: la receta de antidepresivos no se limita a cuestiones de salud mental, también abarca afecciones no psiquiátricas, tales como dolores crónicos, desórdenes premenstruales y trastornos funcionales digestivos, entre otras. Si bien investigaciones acerca de los efectos de éstos psicofármacos en trastornos que exceden a la salud mental son realizadas desde hace varios años, su abierta divulgación y promoción es sumamente reciente. 

A la hora de reflexionar sobre la proliferación global del consumo de antidepresivos, el primer instinto es abordar el fenómeno como un problema, o hasta una falla, de las personas. La depresión y la ansiedad son concebidas como patologías individuales, que nada tienen que ver con el sufrimiento de otra persona, en otra parte del mundo.  

En un contexto en el que la epidemia de la depresión se agrava y el consumo de antidepresivos deja de ser una excepción para convertirse progresivamente en la norma, ¿es posible pensar que la fuente del problema no está en cada uno de los individuos por separado? 

El filósofo británico Mark Fisher diría que sí. En su libro Realismo capitalista: ¿No hay alternativa? cambia el foco de la problemática al ubicar la principal causa del deterioro de la salud mental, y su correspondiente medicación, en el sistema socioeconómico capitalista. Un sistema que ejerce presión constante por el rendimiento, donde prevalece el trabajo precarizado, la desigualdad económica y el individualismo competitivo. Fisher establece que éstas raíces sociales y políticas de la depresión y el estrés desaparecen ante la individualización de estos problemas. Es decir, su abordaje como enfermedades personales que deben ser tratadas mediante soluciones rápidas en forma de medicación.  

Los planteos de Byung-Chul Han en la obra La sociedad del cansancio, también permitirían responder de manera afirmativa a la pregunta anterior. Al igual que Fisher, el autor surcoreano explora las causas sociales que subyacen al fenómeno de la depresión generalizada. Sostiene que, en la actualidad, impera una “sociedad del rendimiento”, gobernada por la hiperproductividad, que exige la constante maximización del rédito a costa del desgaste físico y emocional de los individuos. Los sujetos se ven obligados a recurrir al consumo de sustancias para superar el deterioro que ejerce el sistema sobre su persona y lograr mantener la optimización productiva. La proyección de Byung-Chul Han parece estar concretándose progresivamente en el mundo contemporáneo: “la sociedad de rendimiento, como sociedad activa, está convirtiéndose paulatinamente en una sociedad del dopaje”.

Las raíces de la creciente tendencia global al consumo de antidepresivos pueden y deben ser abordadas excediendo la particularidad de cada una de las personas. No se trata de desestimar el peso que ejercen los factores individuales sobre esta epidemia, sino de enfocar el conflicto en una causa más amplia, que permita reparar en las condiciones estructurales de la sociedad y no sólo en los individuos como hombres, mujeres y familias. 

Teniendo en cuenta que el origen de esta epidemia no es únicamente de escala individual, se puede afirmar que su futuro tampoco lo será. En la incertidumbre que genera la pregunta por el después, emerge una única certeza: no está en cada uno el porvenir de esta epidemia. 


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