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 SIN EMBARGO, SE MUEVE: CRISIS ORGÁNICA Y LA BURBUJA UNIVERSITARIA

por Francesco Colicchia

Las elecciones universitarias no solo nos permiten ver la llamada relación de fuerzas entre los partidos y las agrupaciones en cada una de las facultades, sino también, nos permite experimentar los distintos discursos políticos en lucha en el contexto de crisis que sufre nuestro país. 


 Opinión - Por Francesco Colicchia*
15 de Septiembre, 2024

Cada elección es una oportunidad podría pensar un politólogo. Oportunidad de negocios, oportunidad de poder, de analisis, etc. Las elecciones universitarias no están por fuera de esto. Sin embargo, estas no fueron elecciones universitarias normales, en gran medida por su contexto. Como dice el periodista Fernando Rosso, el gobierno de Milei es un síntoma de la crisis orgánica. La crisis orgánica es un concepto de Gramsci que define al periodo como el momento donde “los grupos sociales se separan de sus partidos tradicionales”, donde los partidos “ya no son reconocidos como expresión propia de su clase o una fracción de esta” (1974, p.62).

Según los resultados de las elecciones universitarias son las agrupaciones estudiantiles que responden a los partidos tradicionales quienes se han visto vencedoras. Los comicios dan como resultado que el reformismo, aliado a los radicales, y las agrupaciones peronistas son las que se quedan con la totalidad de los centros de estudiantes. Estos resultados invalidarían la perspectiva de crisis orgánica o de representación o por lo menos, esta no se traduciría al lenguaje universitario.

Sin embargo, considero que la crisis política ha diseminado su veneno por los aparatos universitarios, aunque estos le han dado una gran batalla. ¿Cómo se expresa esto? En la clausura de ciertos debates y la reducción del área de la discusión pública a las temáticas de gestión universitaria.   

Durante los comicios, la temática que más circuló por las “pasilleadas”” y las pasadas por las aulas fue, sin duda, la cuestión de la “gestión” o de algunas propuestas “concretas” que resolverían problemas cotidianos de los estudiantes en tanto tales. Estas van desde un mejor dispenser de agua caliente, sacar matemática del cbc, algunos cambios administrativos hechos desde las carreras, cursos de formacion profesional, etc.  

Si bien no está mal discutir esas cosas, es una elección política abigarrar el debate con estas cuestiones e impedir otras. Esto cobra vital importancia en el gobierno de Milei y el deterioro de las condiciones de vida de la gran mayoría.

Que el debate principal sea ese implica que no cabe en la tematización de los grandes partidos y sus agrupaciones estudiantiles la preparación para enfrentarnos a este gobierno, es decir, que no hay propuestas “concretas” (con todo su bagaje ideológico) para ello.  

Esto nos devuelve a la crisis de legitimidad capitalista. Habermas nos dice que ante esta crisis del Estado, la sociedad burguesa intenta legitimarse sustrayendo de la tematización aquellos problemas que afecten a su dominio, impulsando temas afines a su legitimación, intentando construir opinión pública. Gramsci ya nos decía en relación a la pequeña política y la gran política, que es la primera aquella que se plantea como debate para impedir todo cambio radical, para conservar las relaciones de fuerza, puesto que el debate ya se establece según una estructura establecida (1974, 170). Podemos decir, entonces, que la gran política de los grandes aparatos panperonistas y radicales en las universidades fue excluir la gran política del ámbito de debate y reducirlo todo a pequeña política.

Si las grandes agrupaciones de las facultades, tanto radicales como peronistas, quisieron construir un espacio público de debates que sea una burbuja, esto no quiere decir que es un problema de voluntad o de malicia. Esa elección de los debates es producto del veneno de la crisis orgánica que atraviesa el país y del estado de sus partidos políticos a nivel nacional. Además de que son los principales apoyos del gobierno de Milei, tanto por votarle las leyes en el congreso como por no hacer ningun plan de lucha desde los sindicatos, carreras y centros de estudiantes que dirigen.

Si uno repasa la historia del movimiento estudiantil universitario, y como dijo el profesor Bonavena en un meeting de autoconvocados de Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, las grandes gestas de este movimiento se hicieron siempre en relación estrecha con lo que estaba pasando a nivel político fuera del microcosmos universitario. Si nos ponemos a pensar en la reforma universitaria, el Cordobazo, laica o libre, la lucha por la democratización de la facultad y las carreras, etc. vemos que el debate que circulaba era en relación a lo que sucedía por fuera de las paredes y los claustros. Que el debate sea una burbuja es una apuesta también sobre el movimiento estudiantil y sobre las características de la intelectualidad en nuestro país que no me dan para abordar en este breviario.

Por otro lado, considero que la política de la izquierda fue intentar romper ese cerco y poner a discutir a los intelectuales tradicionales los problemas acuciantes del país y dar un debate en cómo resolverlos. Esto sin duda trae aparejada la cuestión del balance de los últimos gobiernos, de las centrales sindicales y de las direcciones del movimiento estudiantil. Que ingrese la gran política a la tematización pública es una lucha constante contra quienes desean que el debate se reduzca a las propuestas de gestión de cada espacio. Este cometido debe ir de la mano de grandes asambleas interclaustros propuestas desde las carreras y desde los centros de estudiantes, comisiones de base y debe ser a su vez acompañado de grandes debates sobre las decisiones que nos han traído hasta acá como de sus responsables políticos y de las fuerzas sociales capaces de cambiarlo. Esto no quiere decir solo tematizar la política nacional sino también las propias desigualdades de nuestras facultades, como la desigualdad en el voto entre los claustros y el hecho de que los no docentes no puedan votar, es decir, la necesidad de democratizar nuestras facultades. Establecer un puente entre la gran política de la facultad y la gran política de la sociedad puede venir de la mano de reeditar las alianzas con otros sectores en lucha como los jubilados, empresas recuperadas y los trabajadores en lucha.

Se dice que Galileo dijo, ante la inquisición por su teoría heliocéntrica del cosmos, “Epurr si muove” que en castellano sería “y sin embargo, se mueve”. Si vemos los resultados de las elecciones universitarias en su apariencia, como datos de la realidad, sin ver sus contradicciones y su proceso, nos quedaríamos con una mala foto que nos indicaría la enorme fortaleza de los grandes aparatos y la clausura de la crisis orgánica. Sin embargo, si vemos como Galileo por el telescopio, vemos que la forma en la que se ha debatido y cómo se ha monopolizado el debate público nos habla más bien de que el veneno de la crisis de representación se ha esparcido por el organismo de los partidos tradicionales y sus agrupaciones estudiantiles. Y frente a esto y el gobierno de Milei, ¿qué salida tienen las juventudes? ¿Reforzar los proyectos políticos que nos han traído hasta acá? ¿Qué conclusiones sacaremos de estos años que nos sirvan para enfrentar a Milei?

Por mi parte digo que la salida es colectiva y por izquierda.  

*Francesco es Consejero estudiantil de la carrera de Sociología UBA, miembro del comité editorial de Armas de la Crítica.

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