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VILLARRUEL, MILEI Y EL JUEGO PELIGROSO DE LA VICEPRESIDENCIA

por Martina Zurita

Victoria Villarruel, de sombra a amenaza: la vicepresidenta desafía el poder de Javier Milei y abre un nuevo frente de inestabilidad en el gobierno. ¿Hasta dónde llegará su ambición y qué significa esto para el futuro político de Argentina?


Opinión - Por Martina Zurita
31 de Octubre de 2024

Se suele considerar al vicepresidente como "la sombra del Presidente". En teoría, esa figura está destinada a ser un respaldo silente, un complemento, alguien que le de apoyo al presidente. Pero la empiria refleja que no faltan los casos de gobiernos presidencialistas en donde aquella “sombra”, lejos de ser pasiva, puede volverse un actor desestabilizador del gobierno. Victoria Villarruel, la actual Vicepresidenta de Argentina, quien ha demostrado no estar dispuesta a ser una figura decorativa, podría ser un caso que sigue esta línea. 

¿Cuándo deja el vicepresidente de ser un respaldo para convertirse en una amenaza interna? Cuando la relación entre presidente y vicepresidente se deteriora, el vice puede aprovechar contextos ya desfavorables para el jefe de Estado, intensificando la crisis y alineándose con las demandas populares. Esto crea un escenario propicio para desestabilizar aún más al mandatario, especialmente si el vicepresidente tiene ambiciones políticas que trascienden al gobierno que lo llevó al poder. En América Latina, han habido casos en donde los segundos al mando fueron una pieza fundamental en el proceso de salidas anticipadas de los presidentes, ya sea por renuncias o procesos de juicio político. ¿Podría ser este el caso de Victoria Villarruel? 

Un ejemplo paradigmático es el de Dilma Rousseff en Brasil: durante su segundo mandato, tuvo que lidiar con una crisis económica acuciante, protestas masivas y fuertes escándalos de corrupción que ocupaban la opinión pública, mientras que su vicepresidente, Michel Temer, se distanciaba y criticaba abiertamente sus decisiones. Temer aprovechó el debilitamiento de Rousseff para consolidar su propio poder, respaldando el juicio político que resultó en su destitución en 2016 y pasando de aliado estratégico a amenaza interna en medio del desgaste presidencial.

Otro caso representativo lo tenemos en la historia de nuestro país. Durante el gobierno de De La Rúa, se destapó un escándalo en el Senado, donde se acusaba a miembros del gobierno de pagar coimas para hacer aprobar una polémica reforma laboral. En este contexto, el vicepresidente, Chacho Alvaréz, renunció, dejando expuesto y muy débil a De La Rúa en un momento de crisis. Este fue uno de los sucesos que allanaron el camino para la posterior renuncia del presidente que culminó con la emblemática retirada de la Casa Rosada en helicóptero. Este ejemplo, si bien no es un caso en donde el vice haya tenido ambiciones políticas propias y por ello haya propulsado el quiebre, nos muestra como la cohesión interna del gobierno es menester a la hora de pensar la estabilidad presidencial.

En América Latina, han habido casos en donde los segundos al mando fueron una pieza fundamental en el proceso de salidas anticipadas de los presidentes, ya sea por renuncias o procesos de juicio político. 

Yendo al caso argentino actual, tras casi 10 meses de gobierno que lleva, Villarruel, en muchos sentidos, sigue esta misma lógica. Desde el inicio de su mandato, ha tomado decisiones y se ha posicionado de forma tal que ha generado profundas divisiones internas dentro del gobierno de su mismo espacio político. Por un lado, Villarruel se sintió postergada por Milei, quien le prometió áreas como Seguridad y Defensa pero terminó entregando esas carteras a la coalición de Juntos por el Cambio. En respuesta, Villarruel ha comenzado a marcar públicamente sus diferencias. Su rechazo a la candidatura de Ariel Lijo a la Corte Suprema, una pieza importante en el tablero de Milei, fue el primer aviso: "No creo que haya sido la mejor elección", declaró Villarruel, cuestionando abiertamente una decisión crucial para el presidente. A partir de ahí, la relación entre ambos no ha dejado de empeorar.

Su reciente foto con María Estela Martínez de Perón (Isabelita), publicada estratégicamente el 17 de octubre, Día de la Lealtad peronista, es un claro ejemplo de cómo podría estar empezando a construir su propio espacio político. En esa imagen, Villarruel reivindica la figura de una expresidenta que ascendió al poder desde la vicepresidencia. "Constitucionalmente elegida", escribió Villarruel, en lo que muchos interpretaron como un mensaje entre líneas: ¿Es este un guiño a su propia ambición? 

La respuesta de Milei no se hizo esperar. "Yo no lo hubiera hecho", afirmó el presidente, marcando distancia y criticando abiertamente a su vicepresidenta. Este gesto público de desaprobación erosiona la imagen de estabilidad del gobierno. Mientras Milei intenta centralizar su poder y controlar su imagen pública, Villarruel sigue ganando terreno en sectores que el presidente parece no poder alcanzar. Su acercamiento al Papa Francisco, por ejemplo, ha generado preocupación en la Casa Rosada, donde ven a la vicepresidenta como una figura cada vez más autónoma.

El distanciamiento entre Milei y Villarruel se hizo notar en julio de este año, cuando ambos compartieron escenario en el acto central de la Sociedad Rural. El saludo entre ellos fue frío y distante, un gesto que no pasó desapercibido para quienes han seguido de cerca las crecientes tensiones entre ambos. La transmisión oficial del evento, controlada por la Casa Rosada, apenas mostró a Villarruel, mientras que las cámaras se centraron en Karina Milei, la hermana del presidente.

La figura de Karina Milei parece ser el tercer vértice de un triángulo de poder en el que las tensiones no dejan de aumentar. Karina es quien gestiona, a puertas cerradas, muchas de las decisiones clave del gobierno, lo que ha dejado a Villarruel marginada en varias ocasiones. En una reciente entrevista con TN, Javier Milei dejó en claro que, cuando Villarruel publicó un tuit sobre Francia calificándola de "país colonial", fue Karina quien tuvo que intervenir para reparar las relaciones diplomáticas con el presidente Emmanuel Macron. La situación dejó en claro quién tiene el control real dentro del gobierno.

Pero Villarruel parece haber decidido jugar sus propias cartas. Al igual que Julio Cobos en 2008, cuando votó en contra del proyecto impulsado por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en la famosa resolución 125, Villarruel está dispuesta a desafiar a su presidente en público, si es necesario. Ya ha comenzado a armar su propio "dream team" político con figuras desencantadas de La Libertad Avanza, un movimiento que podría competir por fuera del oficialismo en las próximas elecciones.

"Constitucionalmente elegida" – Victoria Villarruel, en lo que muchos interpretaron como un mensaje entre líneas.

Queda claro entonces que, cuando los vicepresidentes tienen ambiciones propias y una relación conflictiva con los presidentes, se convierten en actores clave para el colapso de un gobierno, incluso pudiendo llegar a la instancia de hacerlo caer anticipadamente. Si bien sería precipitado asumir esto para el caso argentino actual, más teniendo en cuenta la relativa buena imagen que sigue manteniendo el presidente en la opinión pública pese a las políticas de ajuste y la conflictividad social y, no está de más poner la lupa y mirar esto de cerca. En definitiva la popularidad de la vicepresidenta, que ya supera en algunos puntos la de Milei, la convierte en un actor político peligroso para la estabilidad del gobierno. Y si la historia argentina y de la región es un indicio de lo que está por venir, no sería la primera vez que un vicepresidente se transforma en un elemento catalizador de una crisis presidencial.

Finalmente, lo que hoy presenciamos en la relación entre Javier Milei y Victoria Villarruel es más que una simple disputa política. Es la manifestación de una dinámica de poder que, si no se gestiona con cuidado, podría llevar al gobierno a una situación de inestabilidad. Resta por ver qué rol elegirá jugar la vicepresidenta de cara a las proximas elecciones legislativas. Queda claro que no le da miedo jugar sus propias cartas.


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