RESISTE Y PROPONE: EL LEGADO DE LA LUCHA ESTUDIANTIL
por Valentina Martinez
¡Estallan las universidades en toda Argentina! Con más de 100 facultades tomadas, los estudiantes no solo enfrentan con furia el veto presidencial, además buscan una transformación profunda de las políticas educativas. La resistencia se convierte en una lucha por un sistema inclusivo y justo para todos. ¡El futuro está en juego y no piensan ceder!
Opinión - Por Valentina Martinez*
16 de octubre, 2024
A lo largo de la historia, las universidades argentinas han sido espacios clave para la movilización social y la defensa de derechos fundamentales. Un ejemplo reciente de esto ocurrió con el veto presidencial a la Ley de Financiamiento Universitario, que generó un fuerte descontento entre los estudiantes y trabajadores de la educación superior. Actualmente, hay alrededor de 100 facultades tomadas en toda la Argentina, las manifestaciones incluyen vigilias , clases públicas y cortes de calle, como parte de un conflicto que involucra a instituciones como la Universidad de Buenos Aires (UBA), La Universidad de La Plata (UNLP), la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), entre otras. En lugar de acallar las voces juveniles, esta acción fortaleció su lucha por una educación pública, gratuita y de calidad, reafirmando el rol protagónico que el movimiento estudiantil ha desempeñado en la historia argentina.
El veto no fue simplemente un rechazo al financiamiento educativo, sino una decisión política del gobierno que trasciende las preocupaciones sobre el equilibrio fiscal, reflejando un modelo de país y un proyecto de sociedad específicos. Este veto actuó como detonante de una movilización estudiantil que cuestiona de manera profunda las estructuras de poder. Los estudiantes, más allá de protestar, buscan un cambio real: exigen un financiamiento adecuado y salarios por encima de la línea de pobreza para el personal docente y no docente, por sobre todo una transformación de las políticas educativas que respondan a las necesidades de toda la población y no a las de unos pocos.
"El veto no fue simplemente un rechazo al financiamiento educativo, sino una decisión política del gobierno que trasciende las preocupaciones sobre el equilibrio fiscal, reflejando un modelo de país y un proyecto de sociedad específicos"
El clima social que se vive tras el veto recuerda a una especie de caza de brujas. En la mañana del jueves 9 de octubre, día posterior al veto, apareció en la entrada de la Universidad Nacional de La Matanza un cartel con la cara de Alejandro Finocchiaro, diputado del PRO y docente de esta universidad, quien votó en contra de la ley. En los grupos de WhatsApp comenzó a circular una junta de firmas exigiendo la renuncia de Sabrina Ajmechet, diputada del PRO y docente titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, quien también votó en contra de la ley. En Instagram y X (antes Twitter), se viralizaron listados con los nombres de otros legisladores que cambiaron su voto, ahora señalados como "traidores a la patria". Estos hechos reflejan no sólo la creciente polarización, sino también el fervor colectivo que despierta la defensa de lo que se considera esencial.
Fuente Propia. Rectorado de la UNLP el pasado miércoles 9 de octubre tras el veto presidencial.
El movimiento estudiantil ha sido y sigue siendo un motor de cambio social. Desde la Reforma Universitaria de 1918 hasta el Cordobazo, ha demostrado una capacidad inquebrantable para resistir políticas que intentan limitar derechos y para construir propuestas que buscan una sociedad más justa. Este vínculo entre resistencia y propuesta se manifiesta cada vez que los estudiantes salen a las calles o toman sus facultades, no sólo como un acto de protesta, sino también como una manera de proponer un modelo de educación inclusivo y transformador.
"Este vínculo entre resistencia y propuesta se manifiesta cada vez que los estudiantes salen a las calles o toman sus facultades, no sólo como un acto de protesta, sino también como una manera de proponer un modelo de educación inclusivo y transformador"
Las palabras de Rodolfo Walsh en su crónica sobre el “Cordobazo” resultan reveladoras en este contexto: "Es el pueblo. Son las bases sindicales y estudiantes que luchan enardecidas...". La lucha que él describía en 1969 no es muy distinta de la que presenciamos hoy: la defensa de la dignidad frente a prohibiciones y políticas restrictivas, el rechazo a las tutelas que intentan imponer las clases dominantes y el anhelo por construir un sistema más equitativo. En lugar de someterse, los estudiantes han sabido tomar conciencia de su rol protagónico en la historia, resistiendo medidas que los afectan directamente y proponiendo alternativas para una sociedad más justa.
En los movimientos sociales y estudiantiles, existe una fuerza que va más allá de la simple voluntad política. Se trata de lo que algunos llaman 'pasiones alegres': emociones colectivas que nos dan vitalidad y nos impulsan a actuar. A diferencia de los deseos individuales de ejercer poder, estas pasiones se expresan como una energía compartida que nos moviliza en comunidad. Lo interesante de este concepto es que no solo refuerza la acción de cada persona, sino que se multiplica cuando nos unimos, abriendo caminos para la transformación y el cambio en los espacios que habitamos.
Franco Berardi, en su obra “Futurabilidad” , explora cómo la posibilidad de un horizonte revolucionario no es una certeza, sino una contingencia. Esta futurabilidad, como él la denomina, está inscripta en las luchas actuales, pero su realización depende de nuestra capacidad para abrir estos espacios de potencia colectiva, donde las pasiones alegres florecen, permitiéndonos imaginar y construir un futuro más allá de las limitaciones del presente. Como plantea Berardi, el desafío está en superar la impotencia y la política de lo dado para generar nuevos horizontes de posibilidad, donde la transformación social sea tangible y las luchas históricas no se pierdan en el olvido.
"Como plantea Berardi, el desafío está en superar la impotencia y la política de lo dado para generar nuevos horizontes de posibilidad, donde la transformación social sea tangible y las luchas históricas no se pierdan en el olvido"
El movimiento estudiantil no solo resiste frente a las injusticias, sino que busca, a través de sus acciones, generar estos espacios de apertura, donde la potencia de las pasiones alegres permite imaginar futuros posibles, más justos y equitativos. Cada toma, cada asamblea, cada marcha es un recordatorio de que los jóvenes no solo defienden lo que ya han logrado, sino que también tienen una visión para un futuro mejor. La educación, para ellos, es una herramienta esencial de transformación social, y su lucha es tanto por los derechos del presente como por un modelo más inclusivo y equitativo para las generaciones futuras. Hay que poder para que otros puedan.
En un país donde, como afirmaba Walsh, "nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia", el movimiento estudiantil ha sabido preservar la memoria de luchas pasadas y seguir construyendo sobre ella. Resistir es nuestra herencia, pero proponer es nuestro deber histórico. Cada acción estudiantil es un eslabón en la cadena de resistencias que no solo defiende lo ganado, sino que abre caminos hacia una educación más justa y transformadora, buscando un cambio profundo para una sociedad más equitativa.
*Valentina Martínez es una joven platense y Estudiante Avanzada de la Licenciatura en Ciencia Política UBA. Sus áreas de interés incluyen el análisis de movimientos sociales, la perspectiva de género y la justicia social, buscando siempre contribuir a generar un impacto positivo en la disciplina y la sociedad en general. En su tiempo libre, disfruta compartir tiempo con sus afectos y escuchar música en vivo.
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